Los germanos vivieron en la región de la actual Alemania desde el año 50 a.C. aproximadamente. Los galos vivían al oeste del río Rhin. El pueblo germano fue reiteradamente mencionado por autores griegos y romanos como Julio César, quien invadió parte de Galia alrededor de 50 a.C. En los años 260 y 276 de la era Cristiana, Galia fue atacada por dos pueblos germanos, los alemanni y los francos.

Cuando en el año 476 el Imperio Romano occidental caducó, las tribus germánicas al oeste del Rhin carecían de consenso político. Entre las tribus más importantes se encontraban los merovingios, los carolinos y los otomanos. Alrededor del año 800 d.C. Carlomagno creó un gran imperio que ocupaba los territorios de las actuales Alemania y Francia. Luego de la muerte de Carlomagno (814 d.C.) se vivió un período de gran malestar social. Fue Otón I (936-973 d.C.) quien consolidó el imperio nuevamente.

Durante los siglos XII y XIII Alemania experimentó una continua expansión y colonización territorial, estimulada por el crecimiento de la población.

En ese período, la inestabilidad de las dinastías reales fortaleció los principados seculares y religiosos. Los príncipes tenían libertad para construir fortalezas, explotar recursos naturales y ejercer la justicia en sus dominios.

En 1356 se afirmó jurídicamente la autoridad real frente al Papado, a través de la Bula de Oro de Carlos IV (1346-1378), que consagró el derecho de designar el rey sin la sanción de Roma y fortaleció la posición de los principados, de cuyo apoyo dependía.

En los siglos XV y XVI se mantuvo la inestabilidad interna. El movimiento de la Reforma protestante, iniciado en 1517 con la discusión de las tesis de Martín Lutero, se mezcló con las rivalidades políticas.

La Reforma canalizó las críticas cada vez más amplias a la creciente secularización y corrupción de la Iglesia alemana, que se había convertido en una próspera institución económica y financiera, cuyas tierras ocupaban un tercio del total en algunos distritos, pero se desató el escándalo por la venta de indulgencias. Al final de una sucesión de guerras internas, incluyendo levantamientos campesinos violentamente reprimidos, en 1555 se llegó a la Paz de Augsburgo, que consagró la división político-religiosa entre católicos y luteranos.

Las diferencias partidarias coincidían con las religiosas; en 1608 se creó la Unión (protestante) y un año después la Liga (católica). La rebelión de Bohemia dio inicio a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que envolvió a todo el continente, redujo la población de Europa central en alrededor de 30% y terminó en 1648 con la Paz de Westfalia.

En el siglo XVIII, el reino de Prusia emergió como una unidad económica y política de gran dinamismo, lo que creó tensiones crecientes entre los estados alemanes. Los triunfos de Napoleón contra Prusia, en 1806, y la formación de la Confederación del Rhin pusieron fin al sistema político multipolar del Sacro Imperio Romano Germánico.

En la Europa central del siglo XVIII, la cultura fue una vía de escape para las energías intelectuales que no podían volcarse en la política, dominada por la autocracia de los príncipes. Éste es el marco del idealismo y el espiritualismo que caracterizaron el arte y la literatura alemanas, expresado por filósofos como Kant y Herder, y los escritores Goethe y Schiller.

A la caída de Napoleón, en 1815, los príncipes alemanes crearon una confederación de 39 estados independientes, salvo en el campo de la política exterior. La oposición de las monarquías de Austria y Prusia a formas más amplias de representación contribuyó a aumentar el malestar popular, que se tradujo en las rebeliones de 1830. La respuesta generalizada fue la represión.

En 1834 Prusia plasmó su creciente peso económico en el ámbito político, al instaurar la Unión Aduanera Alemana de la cual Austria quedó excluida. Tuvo como efecto la duplicación del comercio entre sus socios en un plazo de 10 años, y la formación de algunos centros de industrialización, donde emergió una clase obrera. Debido al rápido crecimiento de la población urbana, la oferta de mano de obra superó ampliamente la demanda. El resultante empobrecimiento de trabajadores manufactureros y de artesanos sirvió de caldo de cultivo para las rebeliones de los años posteriores, cuya culminación fue la ola revolucionaria de 1848/1849.

Por primera vez se logró la elección de una Asamblea Nacional, con sede en Frankfurt, cuyos representantes pertenecieron mayoritariamente al campo liberal y demócrata. Exigieron la unidad alemana y paralelamente, la garantía de libertades políticas. Sin embargo, su división interna facilitó la recomposición de fuerzas del antiguo régimen, que culminó con la disolución del parlamento en junio de 1849 y la represión de las organizaciones de oposición.

Aplastadas las tendencias revolucionarias, la disputa de Austria y Prusia por la hegemonía de la unificación alemana se resolvió en 1866, con la victoria de la segunda en la Guerra de las Siete Semanas. La unión se dio en torno de la Confederación Alemana del Norte, ideada por el canciller prusiano, Otto von Bismarck, también como forma de contener el liberalismo. El Parlamento (Reichstag) fue inaugurado en febrero de 1867.

Tres años más tarde estalló la guerra con Francia. La victoria de Prusia en 1871 fue el paso final en el proyecto de Bismarck de unificar Alemania sobre una base monárquica y bajo dominio de Prusia.

El imperio enfrentó dos fuerzas internas contrapuestas, la Iglesia Católica y la socialdemocracia. Bismarck dictó las Leyes de Mayo, por las que se secularizaban la educación y otras actividades civiles, pero retrocedió después, para contar con la Iglesia como aliado en contra del socialismo. Alarmado por el crecimiento de la socialdemocracia, el régimen aplicó una combinación de represión y reformas sociales, con el fin de neutralizar su potencial.

El gobierno de Bismarck utilizó el proteccionismo comercial para aumentar el ingreso interno y fomentar la industria nacional. La economía alemana dio un nuevo salto, sobre todo en la industria pesada, la química, la electrotécnica y la de medios de producción. La formación de la Triple Alianza, con Austria e Italia, así como el establecimiento de colonias en África y Asia a partir de 1884, evidenciaron la aspiración de convertir al Imperio Alemán en una potencia mundial.

La rivalidad de Alemania con Francia e Inglaterra, por un lado, y con Rusia y Serbia, por otro, desencadenó la guerra en 1914. La capitulación de sus aliados (el Imperio Austro-Húngaro y Turquía), en noviembre de 1918, hizo inevitable la derrota de Alemania. La crisis fue acelerada por la revolución interna, que hizo abdicar al emperador. El gobierno fue entregado al socialista Friedrich Ebert, para convocar a una asamblea constituyente.

La socialdemocracia alemana se había dividido entre una corriente moderada, partidaria de una evolución gradual hacia el socialismo, y la que propugnaba el cambio revolucionario. El grupo Espartaco, encabezado por Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo, se identificaba con la Revolución Rusa de octubre de 1917 y quería instaurar un régimen similar al soviético. Los líderes de Espartaco fracasaron al promover un golpe de Estado en enero 1919, y fueron ejecutados sumariamente. Pocos días después, en las elecciones de la Constituyente, los electores dieron una amplia mayoría a los socialistas moderados.

Formalmente promulgada en agosto de ese año, la Constitución de Weimar fue saludada como la más democrática de su época. El presidente electo tenía poder para nombrar al canciller, cuyo gobierno requería la confianza de la cámara baja del parlamento, o Reichstag. También proveía la constitución de una cámara alta o Länder, formada por delegados designados por los gobiernos de los estados liberales.

La llamada República de Weimar tendría una vida breve y azarosa. No obstante las virtudes atribuidas a la Constitución, diversos factores se conjugaron para que sucumbiera. Uno de los principales elementos que desestabilizaron a la república fueron las condiciones impuestas al país en Versailles por las potencias vencedoras, que afectaron no sólo la economía sino también la moral de la población. Ésta no admitía que Alemania fuera considerada «culpable» de provocar la guerra del 1914 y no lograba aceptar que las estipulaciones del tratado permitieran juzgar a cualquier alemán, comenzando por el rey, como criminal de guerra.

Si bien el gobierno republicano logró superar serias crisis económicas, como la de 1920-23 y la que sucedió a la caída de la bolsa de Wall Street en 1929, la acción desestabilizadora de los comunistas y del Partido Nacional Socialista, liderado por Adolf Hitler habrían de precipitar su derrumbe. El Partido Nacional Socialista (nazi) había promovido un fallido golpe de Estado en 1923, pero, no obstante esta derrota tuvo, a lo largo de la década, un crecimiento sostenido de votos y de miembros, que luego de la crisis de 1929 aumentó dramáticamente. Mientras en 1929 sus miembros sumaban apenas 170.000, en 1932 el número ascendía a 1.378.000 personas.

El mariscal Paul von Hindemburg, quien fuera electo presidente en 1925, disolvió el parlamento en 1930 y, en las elecciones de ese año, comunistas y nacional-socialistas obtuvieron un gran incremento de votos; estos últimos se convirtieron en la segunda fuerza política después de la socialdemocracia. Los réditos de la promesa del nazismo de reconstruir la Gran Alemania, humillada por los tratados de posguerra, y la campaña en la que se responsabilizaba a judíos y comunistas por la crisis económica se ratificaron cuando, en las elecciones de 1932, el Partido Nazi duplicó su votación (37% del total).

El ascenso de Hitler y el Nacionalsocialismo se verificó irrefrenable. A pesar de que en principio no se había aceptado la exigencia de Hitler de ocupar la jefatura de gobierno, en enero de 1933, cuando en Alemania había 6 millones de desocupados, Hindemburg terminó entregándole el poder. Hitler disolvió el parlamento y llamó a elecciones donde resultó vencedor su Partido Nacional Socialista.

En Postdam, en marzo de 1933, el nuevo Parlamento cedió a Hitler, por un período de cuatro años, las facultades para implantar leyes al margen de la Constitución y sin la aprobación del Legislativo o del presidente. Podía fijar el presupuesto anual, hacer empréstitos y establecer acuerdos con otros países, reorganizar el gabinete y el mando supremo de las fuerzas armadas y proclamar la ley marcial. En julio, Hitler abolió el sistema federal de Alemania e instauró un poder central absoluto, disolvió todos los partidos excepto el suyo, ilegalizó los sindicatos y las huelgas. En el exterior, Alemania se retiró de la Conferencia del Desarme y de la Sociedad de Naciones. Los nazis designaron a su gobierno, que habría de durar hasta 1945, con el nombre de Tercer Reich (tercer imperio).

Desde la muerte de Hindemburg, en agosto de 1934, el gabinete fue obligado a prestar juramento de lealtad personal al canciller. En 1935, Hitler inició el rearme alemán, en abierta violación del Tratado de Versalles. Las potencias europeas protestaron, pero no pusieron mayores obstáculos. Con las «leyes de Nuremberg» de 1935 el régimen formalizó jurídicamente su ideología racista, lo que creó la base para su posterior política de exterminio de minorías étnicas y religiosas.

En octubre de 1936, Alemania e Italia firmaron un acuerdo de cooperación, que incluyó la intervención en la Guerra Civil Española en apoyo al general Franco. En noviembre, Alemania y Japón formalizaron un acuerdo de intercambio militar. Un año después, Alemania, Italia y Japón (las tres potencias del Eje) firmaron, en Roma, el Pacto Anticomunista.

En marzo de 1938, tropas alemanas invadieron Austria y Hitler proclamó su anexión. Ese mismo año, por presiones de Hitler y de nacionalistas alemanes, en el Acuerdo de Munich las potencias europeas cedieron los Sudetes checoeslovacos a Alemania. En la llamada «noche de cristales» del 9 al 10 de noviembre de 1938, el gobierno instrumentó la destrucción sistemática de comercios e instituciones religiosas y culturales judíos.

En 1939, aprovechando las contradicciones entre checos y eslovacos, las tropas alemanas avanzaron sobre Praga. Bohemia, Moravia y Eslovaquia fueron convertidas en protectorados.

Inglaterra dio garantías a Polonia, Rumania, Grecia y Turquía de preservar su independencia. A la vez, junto con Francia, intentó una alianza con la URSS. En agosto de 1939, Alemania y la URSS firmaron un pacto de no agresión, y el 1º de setiembre, Alemania invadió Polonia. En respuesta, Inglaterra y Francia dieron un ultimátum a Hitler. Había comenzado la Segunda Guerra Mundial.

En 1940, Alemania había sometido a Noruega, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia. En junio de 1941, Hitler decidió el ataque contra la URSS, pero las tropas fueron detenidas a pocos kilómetros de Moscú y derrotadas en el sitio de Stalingrado (Volgogrado), en 1943.

Desde el inicio, la agresión de las tropas alemanas a los países vecinos fue acompañada de una sistemática política de exterminio de la población judía en campos de concentración, ubicados mayoritariamente en Polonia. El número de víctimas superó los 6 millones de judíos, aproximadamente un millón de gitanos y cientos de miles de comunistas y homosexuales.

El avance del Ejército Rojo, que culminó en la toma de Berlín y el desembarco aliado en Normandía en 1944, precedieron la rendición de Alemania, que finalmente se produjo en mayo de 1945.

Cuatro millones de alemanes, de las naciones vecinas y de los territorios anexados por Polonia y la URSS se tuvieron que trasladar a una de las cuatro zonas en que fue dividida Alemania, mientras permaneció ocupada por Estados Unidos, Francia, Inglaterra y la URSS. El desacuerdo entre los ex aliados sobre el futuro gobierno determinó la creación, en 1949, de la República Federal de Alemania (RFA), en el oeste, y la República Democrática Alemana (RDA), en el este. Ambas Alemanias fueron punto neurálgico de las tensiones de posguerra entre Estados Unidos y la URSS.

La soberanía de ambas Alemanias fue reconocida en 1955 por sus ocupantes respectivos. En el contexto de la Guerra Fría, la RFA se integró a la OTAN y la RDA al Pacto de Varsovia. Tropas extranjeras continuaron en el territorio de las dos repúblicas, sujetas todavía a limitaciones en sus fuerzas armadas y con prohibición de poseer armamento nuclear.

El Partido Socialista Unificado (PSUA), surgido en 1946 de la unión de comunistas y socialdemócratas, asumió el gobierno de la RDA e implantó un régimen similar al soviético. La URSS compensó pérdidas de guerra con dinero, equipos y ganado de la zona alemana oriental. En 1953, la situación económica y política de la RDA provocó protestas, que fueron reprimidas por las tropas soviéticas. Al mismo tiempo se incrementó la emigración hacia la RFA.

Entre 1949 y 1961, unos 3 millones de alemanes orientales emigraron hacia la RFA. En agosto de 1961, la RDA prohibió la emigración a Occidente. Para hacer efectiva la decisión, cerró sus fronteras y construyó un muro en Berlín, entre la parte oriental y la occidental. El Muro de Berlín se convirtió en símbolo de la división alemana y europea, y fue a menudo escenario de tensiones políticas. En 1971 Erich Honecker sucedió a Walter Ulbricht en la dirección del partido y más tarde la jefatura del gobierno.

Entre 1949 y 1963, el canciller Konrad Adenauer, demócrata cristiano conservador, dirigió la reconstrucción de la RFA, bajo el lema de establecer una «economía social de mercado». Con el apoyo de Estados Unidos (Plan Marshall) y de grandes inversiones extranjeras, la RFA se convirtió en una de las economías capitalistas más desarrolladas y contribuyó a fundar la Comunidad Económica Europea (CEE).

Con la victoria del Partido Socialdemócrata (SPD) en las elecciones de 1969, el gobierno del nuevo canciller, Willy Brandt, inauguró una política de deshielo hacia Europa Oriental y la RDA. En 1970 se iniciaron las primeras conversaciones formales entre la RFA y la RDA, y en 1971 las potencias ocupantes acordaron el libre acceso de ciudadanos de la RFA a la RDA. Un tratado básico de relaciones bilaterales fue firmado por ambas Alemanias en 1973. En setiembre fueron admitidas como miembros de la ONU.

En la década de 1970, en la RFA se intensificó el uso de la tecnología nuclear para la generación de energía. En respuesta se formó un fuerte movimiento ecologista basado en cientos de grupos a lo largo del país.

En 1974, al descubrirse que su secretario particular era espía de la RDA, Brandt renunció a la jefatura del gobierno, y fue reemplazado por Helmut Schmidt. La modernización de cohetes nucleares soviéticos de mediano alcance en la RDA y la discusión previa a la decisión de la OTAN de diciembre de 1979, de hacer lo mismo con su arsenal en la RFA, dieron un fuerte impulso al movimiento antinuclear en ambos estados.

El SPD dejó el gobierno en 1982, cuando, después de 13 años, el Partido Liberal se retiró de la alianza de gobierno. Lo sucedió el gobierno de coalición liberal-conservador (CDU/CSU, FDP), encabezado por el canciller Helmut Kohl (CDU).

A mediados de 1989, Hungría liberó el tránsito a través de su frontera con Austria y, en pocas semanas, unos 350.000 alemanes de la RDA emigraron a la RFA. Al mismo tiempo, las manifestaciones en las calles reclamando cambios desencadenaron la crisis en la RDA. En agosto, Honecker renunció y fue sustituido por Egon Krenz. El 9 de noviembre la RDA abrió la frontera y cayó el Muro de Berlín. De inmediato, Kohl propuso crear una confederación.

En febrero de 1990, el gobierno de la RDA aprobó la unión alemana y el retiro de las tropas extranjeras de su territorio. La fusión se consagró en agosto de 1990, con el nombre de República Federal Alemana. La unión política fue posible cuando la ex URSS aceptó el ingreso de la ex RDA en la OTAN. La única disposición de importancia mantenida en el Este, sólo por dos años, fue la ley del aborto, más liberal que en el resto del país.

En las primeras elecciones parlamentarias de la nueva RFA, en diciembre de 1990, la coalición gobernante de demócrata-cristianos alcanzó 54% de los votos y se mantuvo en el poder. A partir de 1991, la extrema derecha obtuvo avances importantes en lugares como Brema (Bremen), donde superó el 7% de los votos. Durante 1992, se produjeron 2.280 atentados contra extranjeros y monumentos judíos, que dejaron un saldo de 17 muertos. Tras un ataque que causó la muerte de una mujer y dos niñas turcas, el gobierno ilegalizó a tres organizaciones neonazis.

A lo largo del año siguiente, el cierre de gran parte de la industria en el este del país y la recesión económica –la más fuerte desde 1945– causaron un aumento constante del desempleo. En mayo de 1994, el conservador Roman Herzog, apoyado por Kohl, fue designado presidente de Alemania por una asamblea electoral especial, tras derrotar al socialdemócrata Johannes Rau. En los comicios generales de octubre, Kohl volvió a triunfar, aunque su mayoría legislativa se redujo a 10 bancas sobre un total de 672.

En 1995, el constante debilitamiento del FDP en diversas elecciones locales provocó la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores, Klaus Kinkel. En el plano social, el parlamento adoptó una nueva ley que autorizaba nuevamente el aborto durante las 12 primeras semanas de embarazo. La norma heredada de la RDA había sido abolida por la Corte Suprema en 1993, por considerarla inconstitucional.

El descontento de muchos extranjeros residentes en Alemania llevó a la formación del Partido Democrático de Alemania, que defiende un mayor acceso de los descendientes de inmigrantes a los padrones electorales y a la ciudadanía alemana, en muchos casos limitada a las personas de origen germano.

En 1996, cinco años después de la unificación y tres años después de que cayeran las fronteras para los trabajadores de la Unión Europea, el desempleo se situaba en 10,6% a nivel nacional y hasta 16% para los estados de la ex Alemania comunista. Cinco millones de personas estaban desocupadas.

El racismo y el antisemitismo seguían siendo cuestiones pendientes para el gobierno de Kohl. En octubre de 1997, la televisión mostró a un batallón del ejército haciendo saludos nazis y gritando consignas antisemitas y antiestadounidenses. La organización Amnistía Internacional indicó, en su informe de 1997 que, por su repetición sistemática, los abusos policiales a extranjeros no podían constituir casos aislados.

A principios de 1998, el Deutsche Bank entregó a organizaciones judías el dinero obtenido por la venta de oro que se sospechaba había sido robado a los judíos por los nazis. Paralelamente, una fundación suiza comenzó a resarcir económicamente –con sumas de dinero «simbólicas»– a gitanos residentes en Alemania que sobrevivieron al holocausto nazi.

Los socialdemócratas ganaron las elecciones de 1998 y Gerhard Schröeder asumió como canciller federal. El líder del PSD, Oskar Lafontaine, quedó encargado del ministerio de Finanzas. Los ex comunistas de la antigua Alemania Oriental obtuvieron una bancada de 36 legisladores en el parlamento.

En 1999, una serie de derrotas en las elecciones locales de 1999 y la renuncia de Lafontaine a sus cargos pusieron al PSD en aprietos y pareció que los demócrata cristianos ganarían nuevamente. Sin embargo, en noviembre, el ex canciller Kohl fue acusado de autorizar la venta de blindados a países en guerra sin conocimiento del parlamento y, enseguida, de aceptar aportes ilegales de donantes privados. Kohl, quien se negó a dar los nombres de los donantes, tuvo que renunciar a la presidencia de honor de la CDU y fue declarado culpable de manejo ilegal de fondos.

En marzo de 2002, la cámara de diputados aprobó por unanimidad la conversión del Protocolo de Kyoto en ley. Alemania se comprometió a reducir un 20% las emisiones de dióxido de carbono para el año 2012.

Durante la campaña electoral de ese año, el canciller Schröeder hizo pública su oposición a cualquier ataque preventivo de Estados Unidos a Irak, lo cual jugó a su favor entre los votantes pero erosionó su relación con Washington.

En 2003, Alemania mantuvo su postura opositora a la guerra. Pese a esto, existió apoyo a Estados Unidos, cuando se permitió la navegación de naves estadounidenses en mares alemanes para abastecer a los aviones que bombardeaban Irak.

El gobierno recortó el gasto público en seguridad social y salud pública en 2003; entre los cambios más notorios se destacó la reducción de beneficios a los desempleados y a la asistencia social. Los trabajadores de la industria deberían, de acuerdo a esta política, aumentar su semana laboral de 35 a 40 horas y retrasar las jubilaciones un lustro (hasta los 65 años).

En mayo de 2004, Horst Koehler –ex gerente del FMI y representante de la oposición conservadora liberal– fue electo presidente alemán con 604 de los 1.204 votos de la asamblea.

Decenas de miles de manifestantes salieron a las calles en agosto para protestar contra las reformas de las políticas laborales que recortaban muchos beneficios sociales.

En marzo de 2005, pese a la extensa batalla legal del ex canciller Kohl por evitarlo, se publicaron archivos con información comprometedora, pertenecientes a la ex policía secreta de Alemania Oriental.

El parlamento ratificó la constitución de la UE en mayo. En julio, el presidente llamó a elecciones anticipadas, luego que el Schröeder perdiera, deliberadamente, un voto de confianza en el parlamento como forma de habilitar aquella posibilidad.

Las elecciones de setiembre culminaron con el triunfo muy ajustado de la CDU. En noviembre asumió Angela Merkel como canciller.

En mayo de 2006, la canciller -que había criticado duramente la política exterior estadounidense de los últimos años- visitó Washington buscando mejorar las tensas relaciones entre Alemania y Estados Unidos.

En junio, Alemania pidió a Estados Unidos la extradición de 13 agentes de la CIA involucrados en el secuestro, en 2003 en Macedonia, de Khaled el-Masri, un ciudadano alemán de ascendencia libanesa. Estados Unidos contestó que Alemania quería «beneficiarse de la información que le aportaba la CIA pero sin ensuciarse las manos».