Hace seis mil años Egipto fue ocupado por un pueblo procedente de Asia que se estableció en las márgenes del Nilo (Nahr-an-Nil) y desarrolló un estado centralizado. Alrededor del año 6000 a.C. el rey Menes, proveniente del Alto Egipto, unió a los dos reinos que por entonces convivían: el del Alto (sur) y el del Bajo (norte) Egipto.
Hacia el tercer milenio a.C. emergió un imperio fuerte y centralizado (Imperio Antiguo); en estos tiempos Egipto llevó a cabo victoriosas campañas militares contra los nubios y libios e inició un próspero comercio marítimo. El Imperio Antiguo llegó a su fin con la caída de la administración central durante la Sexta Dinastía, debido en parte a una gran hambruna.
La Tercera Dinastía desarrolló la práctica de construir tumbas monumentales para los faraones (monarcas). Estos monumentos o pirámides, también adjudicados a miembros de la elite, así como las prácticas funerarias de los pobres, estaban estrechamente vinculados a creencias de las primeras civilizaciones egipcias sobre la vida después de la muerte. Tanto las pirámides, como las decoraciones de los muros de las tumbas faraónicas, la creación de un complejo sistema de escritura y el alto grado de conocimiento en medicina y agricultura son algunos ejemplos del grado de civilización que alcanzara la sociedad egipcia.
Alrededor del año 1500 a.C. Egipto alcanzó la cúspide de su poder, riqueza y extensión territorial. Reconvertido el gobierno en un estado militar, a través de sucesivas campañas, Palestina, Siria y el norte del Éufrates fueron sometidos al Imperio Egipcio. La expansión territorial llevó a Egipto a desarrollar un complicado sistema diplomático, alianzas y tratados.
En el último milenio antes de Cristo, la decadencia de esa brillante civilización hizo que el país tuviese faraones extranjeros (dinastías libias y sudanesas). Luego, hacia finales de la Vigésima Dinastía, el declive de los faraones hizo renacer la división entre un Alto y un Bajo Egipto, hasta que, luego de que el persa Cambises depusiera al faraón, el territorio fue parte de otros imperios (persas, griegos y romanos).
Durante la dominación grecorromana, Alejandría (Al-Iskandariyah) fue uno de los centros culturales de mayor influencia en el mundo clásico y su famosa biblioteca –la mayor del mundo, hasta su incendio en la época de Julio César– reunía a los más destacados filósofos, científicos y literatos de la época. En el año 642 d.C., cuando los árabes conquistaron el país, poco quedaba de ese esplendor y, al igual que otros pueblos, los egipcios adoptaron la religión musulmana y la lengua árabe.
Tres siglos después, bajo el gobierno de los califas fatímidas la nueva capital, El Cairo (Al-Qahirah), se convirtió en uno de los más brillantes centros intelectuales del mundo islámico, atrayendo a su universidad a sabios y estudiantes de todas partes, en particular del África islámica.
Entre los siglos X y XV se benefició de su situación geográfica y se convirtió en el centro del comercio entre Asia y el área mediterránea, incluyendo en ésta a venecianos y genoveses. No fue obstáculo para este activo intercambio la presencia de los cruzados europeos en Palestina, entre los siglos XI y XIII, y el estado de guerra casi constante.
Una vez expulsados los cruzados, el sultanato de los turcos otomanos, la nueva potencia emergente en el mundo islámico, conquistó Egipto a principios del siglo XVI. Coincidentemente, la apertura de la ruta naval Europa-Lejano Oriente por el Cabo de Buena Esperanza terminó con el monopolio que Egipto tenía gracias a su dominio del mar Rojo y se inició un período de decadencia económica.
Hasta el siglo XIX el dominio turco fue poco más que nominal. El poder efectivo estaba en manos de los jefes mamelucos. En 1805 asumió el poder Mohamed Alí, un jefe militar albanés que eliminó a los jefes mamelucos por medios drásticos y estableció un régimen centralizado. Reorganizó el ejército y creó el monopolio estatal del comercio exterior de la caña de azúcar y del algodón. Egipto amplió su autonomía con respecto al sultán de Estambul y se establecieron las bases de una economía moderna.
Las administraciones de los sucesores de Alí aumentaron la dependencia de Europa. El deterioro económico llegó a tal punto que en 1874, para pagar deudas, se vendieron a Gran Bretaña todas las acciones del Canal de Suez (Canal de As-Sways), construido en sociedad con los franceses entre 1860 y 1870.
La situación continuó deteriorándose, los préstamos se sucedieron y, en 1879, las potencias impusieron la creación de una Caja de la Deuda Pública, dirigida por un ministro egipcio, uno francés y otro inglés, que asumió la administración de las finanzas del país.
Tal grado de injerencia despertó una viva reacción nacionalista, apoyada en el ejército, que ese mismo año derrocó al jedive (título de los sucesores de Alí) Ismail y obligó a su hijo Tawfiq a expulsar a los ministros extranjeros y nombrar un gabinete nacionalista. La respuesta imperialista no demoró: en 1882 tropas británicas desembarcaron en Alejandría y ocuparon militarmente el país.
La ocupación fue «legalizada» en 1914 cuando Gran Bretaña declaró formalmente el protectorado y puso en el trono al rey Fuad. Esta situación se mantuvo hasta 1922, cuando una delegación egipcia negoció en Londres la independencia. Ésta, no obstante, se obtuvo en condiciones que en la práctica significaban la continuación del protectorado.
Cuando en 1948 fue creado en Palestina el Estado de Israel, Egipto y otras naciones árabes emprendieron la guerra contra ese nuevo estado. Como consecuencia de su derrota se produjeron grandes manifestaciones populares contra la monarquía. En un clima de corrupción gubernamental, dentro del ejército egipcio se constituyó el grupo nacionalista denominado Oficiales Libres, liderado por el general Mohamed Naguib y el coronel Gamal Abdel Nasser.
El 23 de julio de 1952 el grupo derrocó al rey Faruk y proclamó la república en junio de 1953. Tres años más tarde Nasser se convirtió en el presidente del país.
El nuevo régimen se proclamó nacionalista, socialista e interesado en beneficiar a los fellahin (campesinos pobres). Se inició una reforma agraria que limitó el poder de los latifundistas.
En su programa de reformas el gobierno dio prioridad a la construcción de la represa de Assuán (Aswan), una de las mayores del mundo. Fue realizada con ayuda técnica y financiera de la Unión Soviética, tras la negativa de las potencias occidentales. Presentada como la clave para la industrialización y el «desarrollo» del país, a la postre la represa fue reconocida como causa de serios trastornos ambientales.
En 1955 Egipto participó de la Conferencia de Bandung (Indonesia), como uno de sus organizadores. De allí surgió el movimiento neutralista afroasiático, precursor de los No Alineados. Veintinueve países afroasiáticos condenaron el colonialismo, la discriminación racial y el armamento atómico.
En octubre de 1956, tras la nacionalización del Canal de Suez, tropas francesas, inglesas e israelíes invadieron Egipto. El gobierno repartió armas al pueblo. La intervención de la ONU y el rechazo simultáneo de soviéticos y norteamericanos obligaron a Francia, Inglaterra e Israel a retirarse. Finalmente el canal pasó a la soberanía de Egipto.
Después de la reelección de Nasser en 1965, la política egipcia dio prioridad al conflicto con Israel. Pero su intento de un estrangulamiento económico a través de un bloqueo del Golfo de Akaba fracasó durante el conflicto árabe-israelí (la «Guerra de los Seis Días») de junio de 1967. Éste culminó en una nueva derrota de los países árabes (Egipto, Jordania, Líbano y Siria) y la ocupación por parte de Israel de la península de Sinaí, la franja de Gaza, Cisjordania y el Golán sirio. El costo de la guerra agravó los problemas económicos de Egipto.
Gamal Abdel Nasser falleció en 1970. Lo sucedió el vicepresidente Anuar el Sadat, apoyado por el sector derechista del Partido Socialista Arabe fundado por Nasser. Sadat puso en práctica la denominada infitah, una política de apertura con relación a Occidente y de desnacionalización de la economía egipcia. Además, el nuevo gobierno rompió relaciones con la Unión Soviética y comenzó a recibir ayuda económica y militar de EEUU.
En 1973 las tropas egipcias cruzaron el Canal de Suez para terminar con la ocupación de Israel en Sinaí, iniciando la cuarta guerra árabe-israelí. La breve guerra sirvió de marco a la decisión de la OPEP de elevar sustancialmente el precio del petróleo, pero no produjo la deseada retirada de Israel de los territorios ocupados.
Paralelamente empeoraron las condiciones de vida de los trabajadores egipcios con aumentos considerables del costo de vida y del desempleo. Grandes manifestaciones antigubernamentales se produjeron en 1976 y 1977. Los campesinos se rebelaron contra la reprivatización de las tierras nacionalizadas en 1952. Los partidos islámicos comenzaron a conspirar abiertamente contra Sadat, acusado de facilitar una nueva dominación extranjera.
Sadat viajó a Jerusalén en noviembre de 1977, provocando una reacción de protesta en todo el mundo árabe. El proceso de acercamiento a Israel culminó en marzo de 1979, con la firma de los llamados Acuerdos de Camp David, por medio de los cuales Estados Unidos patrocinó la devolución del Sinaí a Egipto. A partir de ese momento, Egipto se convirtió en el principal beneficiario de la ayuda militar estadounidense, destinada a transformar al país en su aliado principal en la región tras el derrocamiento del sha Reza Pahlevi en Irán en 1979.
En octubre de 1981 Sadat fue asesinado en un atentado por militares contrarios a la infitah y a la represión gubernamental de los movimientos islámicos fundamentalistas. El 14 de octubre el vicepresidente, Hosni Mubarak, asumió la presidencia.
Mubarak inició una investigación sobre el origen de las riquezas de los familiares de Sadat con el fin de neutralizar el descontento popular. A la vez, creó facilidades para la instalación de empresas extranjeras.
Para Egipto 1984 fue un año de «apertura» interna y de moderados éxitos en la política exterior. Se logró superar las consecuencias diplomáticas más negativas que los Acuerdos de Camp David habían provocado en sus relaciones con el mundo árabe, al definir que toda solución justa a la crisis del Oriente Medio sería alcanzada solamente a través de la restauración de los derechos del pueblo palestino. La participación de capital extranjero en la economía del país registró un crecimiento notorio entre 1980 y 1986.
En agosto de1990, ante la invasión de tropas iraquíes en Kuwait, Egipto encabezó el grupo de países árabes que condenaron la acción, y envió tropas al Golfo. Al comenzar la ofensiva por tierra, en enero de 1991, Estados Unidos anunció la condonación de la deuda militar egipcia, por un valor de siete mil millones de dólares.
En 1991, tras el nombramiento del canciller y viceprimer ministro egipcio Esmat Abdel Meguid como nuevo secretario general de la Liga Árabe en 1991, que siguió al retorno de la sede de la Liga desde Túnez a El Cairo el año anterior, Egipto recuperó protagonismo político en el mundo árabe.
El mismo año se inició la rebelión de los grupos islamistas que buscaban la conversión de Egipto en un estado teocrático y que durante toda esa década sostuvieron un combate sin tregua con el gobierno de Mubarak. A pesar de que el gobierno no vaciló en prorrogar el estado de emergencia y ejecutar a 15 personas en 1993, para comienzos de 1998 se estimaba en 1.251 las víctimas de atentados y asesinatos políticos. Para esa fecha, las cifras de presos políticos oscilaban entre 10 mil y 30 mil, según las fuentes.
En 1995, Mubarak fue incapaz de encontrar una solución a la confrontación con los fundamentalistas islámicos. En enero, el secretario al-Alfi concurrió a un encuentro de los ministros del interior de los países árabes para intentar coordinar la pelea contra los violentos movimientos islámicos.
En noviembre, el gobernante Partido Democrático Nacional (PND) ganó las elecciones parlamentarias en medio de un clima de violencia y acusaciones de fraude.
En julio de 1996 el ministerio de Salud prohibió la «circuncisión femenina» –extirpación del clítoris o parte de él y/o la sutura de los labios de la vagina–, una práctica común en algunas regiones del país.
Los atentados de los grupos armados islamitas prosiguieron durante 1996 y 1997, así como la represión del gobierno contra todos los grupos integristas, incluso aquellos contrarios al uso de la violencia, como la Hermandad Musulmana.
En marzo de 1999 se produjo un acalorado debate en el Parlamento sobre los decretos del gobierno relativos a la circuncisión femenina. El decreto, al igual que otras medidas de ese tenor, despertó resistencia en sectores tradicionalistas.
La discusión parlamentaria sobre el estatus de las mujeres en la sociedad egipcia se reanudó en enero de 2000. El gobierno había propuesto una modificación de la legislación familiar que facilitaba los trámites de divorcio para las mujeres y les permitía salir del país sin autorización de sus maridos. De todas formas, las mujeres, al solicitar el divorcio, deben devolver el dinero, las propiedades o regalos que hubieren recibido durante el matrimonio y, además, renunciar a la pensión alimenticia. La propuesta era considerada «no islámica» por sectores tradicionalistas, en tanto los grupos pro derechos de las mujeres la consideraban demasiado «limitada».
Las elecciones parlamentarias de agosto de 2000 estuvieron marcadas por irregularidades, ya que se le prohibió a partidarios de la oposición presentarse a votar.
Debido a la presión interna y regional, Egipto se vio obligado a una apertura de relaciones con Irak, rotas desde la guerra de 1991. El sentimiento anti-estadounidense y anti-israelí había crecido entre la población luego de que Israel respondiera violentamente a la segunda intifada (ver historia de Palestina). Asimismo, Egipto retiró a su embajador de Israel en protesta por la escalada de violencia contra los palestinos.
En diciembre, Egipto, Líbano y Siria firmaron un acuerdo para la construcción de un gasoducto que transportaría gas natural egipcio por debajo del Mediterráneo hasta el puerto libanés de Tripoli, que también sería unido a Siria. Otro gasoducto llevaría gas a Turquía y a los mercados europeos.
En 1997 la organización rebelde al-Gamaa al-Islamiya se declaró responsable de diversos atentados ocurridos desde 1981 hasta 1997. Entre otros, admitió haber asesinado a 58 turistas extranjeros en la ciudad de Luxor ese año.
El turismo, que constituía la principal fuente de ingresos del país, sufrió una fuerte caída luego de los ataques terroristas de setiembre de 2001 sobre EE.UU. Esto llevó a que Egipto tuviera que recurrir a préstamos de organismos internacionales para cubrir las pérdidas registradas.
En abril de 2002 –fecha en que se conmemora la retirada israelí de los territorios egipcios del Sinaí– Mubarak condenó duramente a Israel y lo acusó de usar el terrorismo de estado contra los palestinos y de violar los derechos humanos. Asimismo, denunció que Israel estaba borrando toda evidencia de sus crímenes –como en el campo de refugiados de Jenín– y aludió a que ciertos poderes internacionales –refiriéndose a EE.UU.– faltaban a sus responsabilidades y perdían credibilidad. El Cairo redujo sus vínculos diplomáticos con Israel únicamente a contactos que pudieran ayudar a los palestinos.
En setiembre de 2003 las autoridades egipcias dejaron en libertad al dirigente radical que ordenó el asesinato de Sadat en octubre de 1981. Karam Zohdy integraba el liderazgo del grupo islámico al-Gamaa al-Islamiya, la mayor milicia rebelde del país.
Durante los primeros días de 2004, el vicepresidente iraní, Mohammad Ali Abtahi, declaró que su país y Egipto restablecerían relaciones diplomáticas. Teherán había cortado sus lazos diplomáticos con Egipto en 1980, un año después de que El Cairo firmara la paz con Israel y diera asilo al derrocado Reza Pahlevi.
El Consejo Supremo de Derechos Humanos, institución financiada, y cuyos miembros son designados por el gobierno, emitió en abril de 2005 su primer informe anual. El informe denunciaba que las fuerzas de seguridad egipcias, rutinariamente, arrestaban a toda persona presente en la escena de un crimen y torturaba para obtener información, acusaciones que habían sido realizadas durante años por grupos independientes de derechos humanos pero que, por primera vez, eran reafirmadas por un organismo designado por el gobierno.
El Parlamento aprobó en mayo de 2005 la enmienda constitucional propuesta por Mubarak que permitiría la presentación de varios candidatos a las elecciones presidenciales de setiembre. Los partidos opositores habían denunciado que la nueva legislación favorecía a Mubarak y a su reelección, dado que los candidatos independientes tenían limitaciones, como el requisito de presentar al menos 65 recomendaciones por parte de miembros del parlamento para poder inscribirse en la carrera electoral. Para muchos, la reforma representaba un cambio superficial en la política egipcia. Para otros, sin embargo, la enmienda demostraba un cambio en la actitud política de la clase gobernante, que abría posibilidades que no podrían ser controladas por Mubarak. La reforma fue aprobada por 83% de los egipcios.
Las elecciones presidenciales –según observadores, marcadas por fraude y el acoso a opositores– dieron la victoria a Mubarak, quien fue reelecto para un quinto período consecutivo con el 88,6% de los votos. El Partido del Mañana, liderado por Ayman Nour, que era la principal oposición, quedó fuera de toda competencia y, para las elecciones parlamentarias, que duraron meses, la oposición fue liderada por la proscrita Hermandad Musulmana, que se presentó a través de candidatos independientes.
En febrero de 2006, un ferry que transportaba más de 1.300 personas, entre pasajeros y tripulantes, de Arabia Saudita a Egipto, se hundió por la noche en las aguas del Mar Rojo en medio de una tormenta; al menos 200 personas murieron en el naufragio.
El mismo mes, el Parlamento pospuso por dos años la celebración de elecciones municipales. Según el gobierno, la medida era necesaria para elaborar un borrador con enmiendas constitucionales que le otorgasen mayor poder a las autoridades municipales. Por su parte, la oposición criticó la decisión alegando que «las votaciones fueron pospuestas para limitar la influencia de la Hermandad Musulmana».
Las autoridades egipcias decidieron liberar, en abril 2006, a unos 900 integrantes de la organización radical al-Gamaa al-Islamiya; la organización fue considerada por mucho tiempo la más grande del país. Sin embargo, grupos de derechos humanos advirtieron que aún permanecían en las cárceles egipcias unos 15 mil detenidos que nunca habían sido juzgados.
En marzo de 2007 fueron aprobadas enmiendas constitucionales que, según observadores, iban dirigidas a evitar que la Hermandad Musulmana aumentara su participación parlamentaria. La enmienda ilegalizó los partidos religiosos y otorgó amplios poderes a las fuerzas de seguridad a través de una cláusula antiterrorista que les facultaba el control de las comunicaciones privadas.