Hasta el siglo XIV, los pigmeos twa fueron los únicos humanos en ocupar territorios de la actual Rwanda. Recolectores y alfareros, los twas fueron sometidos por tribus bantúes (de África central) y watutsis (de Etiopía), que migraron a suelo de Rwanda, Burundi, Tanzania, Zaire y Uganda en varias etapas, a lo largo de dos siglos.
Antes de la ocupación de Alemania en la región de Rwanda, Burundi y Tanzania (1897), bantúes y watutsis vivieron un proceso de integración, con casamientos mixtos.
Estudios académicos sobre la lengua kinyaruanda –el habla exclusiva de 80% de los rwandeses de hoy–, en la que la palabra tutsi equivalía a «criador de ganado» y hutu a «subordinado», y sobre la coincidencia de mitos y cultos de la actualidad en el conjunto de los rwandeses (excepto los twas), concluyeron que la sociedad pre-colonial de sus ancestros contaba con eficaces mecanismos de cohesión y movilidad.
Las formas genuinas de esta cultura oral –rica en poesía, retórica, canto y danza– perduraron hasta mediados de la década de 1920. En 1916, Bélgica ocupó la región de Rwanda y Burundi, y siete años más tarde formalizó su control por disposición de la Liga de las Naciones.
Hasta la década de 1920, los europeos destinaron el territorio rwandés (con pequeños yacimientos de oro) al traslado de piedras preciosas, metales, marfil, etc., extraídos en regiones aledañas. A tales efectos, seleccionaron mano de obra esclava y la clasificaron por estatura y color de piel (según una escala etnocéntrica), desconociendo la idiosincrasia autóctona.
Según esta última, se regulaba y se administraba con participación de los principales sectores de la producción: la agricultura y la ganadería. La escasez de tierras de pastura (una alta densidad poblacional caracterizaba, ya entonces, a Rwanda) determinó que la asignación de éstas fluctuara en función de una competencia individual permanente por rendimiento productivo. Así, el status de «tutsi», que revestía un prestigio por aptitudes laborales, era otorgado o retirado por tribunales zonales (gacacas) que funcionaban con régimen semanal.
Los tutsis adquirían derecho a formar ejércitos para expandir sus territorios. Kigeri Rwabugiri fue quien alcanzó el mayor poderío, entre 1860 y 1895.
A mediados de la década de 1920, ante amenazas persistentes contra tutsis a quienes los belgas habían confiado cierta autoridad en los puestos de tráfico (bantúes, por su estatura más desarrollada), los colonos instauraron una monarquía tutelada y acabaron con las formas locales de gestión. Asimismo, Bélgica envió misioneros para disciplinar a los rwandeses (previa redistribución geográfica y prohibición de penetrar en la selva) a través de la práctica religiosa y del trabajo servil en plantaciones de café.
Esta nueva élite tutsi (15% de la población de entonces) se empeñó, junto al clero, en inculcar a los habitantes de Rwanda-Urundi (nombre de ese protectorado belga) una versión distorsionada de su historia (la primera escrita) que sentó fundamentos para la segregación de hutus y twas.
En tal sentido, a partir de 1930, se identificó a hutus y twas desde su nacimiento, privándoselos de todo derecho, excepto el acceso a escuelas primarias y a templos católicos. Asimismo, hasta 1961 los hutus fueron habilitados para estudiar y ejercer únicamente la carrera eclesiástica, en la que llegaron a representar el 30% de los integrantes.
A partir de ese año, el porcentaje de hutus y tutsis entre sacerdotes y monjas se invirtió (80% hutus-20% tutsis). Ese viraje de la Iglesia Católica de Rwanda, que contó hasta fines del siglo XX con la mayor implantación local del continente africano, se acompasó con los acontecimientos políticos que desembocaron en el reemplazo de la monarquía tutsi por una dictadura racista de hutus.
En el curso de la década de 1950, la ONU, conforme a un plan de democratización y posterior retiro de las autoridades europeas, instó a Bélgica a incrementar la participación de los hutus en la vida pública.
En 1959, los belgas habían reemplazado la mitad de los jerarcas tutsis (con participación ininterrumpida en el tráfico de diamantes hacia la metrópoli) por hutus (quienes obtuvieron armas tras acceder al mercado de esa misma piedra).
Ese mismo año, los hutus fundaron el Partido del Movimiento de Emancipación Hutu (Parmehutu) y los tutsis monárquicos crearon el partido Unión Nacional Rwandesa (UNAR), en medio de violentos enfrentamientos.
A principios de 1960, dos años antes de proclamarse la República de Rwanda y su separación de Burundi, la ONU supervisó elecciones que otorgaron amplia mayoría al partido hutu.
Entre 1961 y 1973, el Parmehutu asesinó a 20 mil tutsis y provocó la huida de 300 mil a Burundi, Uganda, Tanzania y al entonces Zaire. Los tutsis restantes sufrieron la confiscación de sus tierras y la exclusión de todos los organismos del Estado, además de una satanización por su presunta colaboración en las diez invasiones que realizaron, durante ese lapso, los exiliados tutsis de la UNAR.
En 1973, se gestó un golpe de Estado por parte de sectores del Parmehutu, desconformes con la política exterior y el reparto desigual de los privilegios por parte del presidente Gregoire Kayibanda. El 5 de julio de ese año, su ministro de Defensa, el coronel Juvenal Habyarimana, lo derrocó.
Días más tarde, Habyarimana disolvió el Parmehutu y ejecutó a 50 miembros del gobierno de Kayibanda. En 1975, el nuevo mandatario de Rwanda oficializó el Estado de partido único, cuya jefatura ejerció a través del Movimiento Revolucionario Nacional para el Desarrollo (MRND).
A partir de esa fecha, todos los habitantes de Rwanda fueron alistados en el MRND. Por esta vía y por el uso de propaganda masiva, Habyarimana controló y manipuló, de manera pormenorizada, la circulación de personas y bienes, al tiempo que los tutsis fueron objeto de una segregación solapada que indujo al exilio a 300 mil.
En 1978 se votó la ratificación de la Constitución de partido único y Habyarimana fue elegido presidente. A un lustro de la toma del poder, Habyarimana contaba con un ejército de 7 mil tropas,1.300 escuadrones de élite y una guardia personal de mil hombres.
A fines de la década de 1980, la caída abrupta del precio del café (que representaba 75% de las exportaciones de Rwanda) provocó un derrumbamiento socioeconómico, así como una ola de denuncias periodísticas sobre favoritismos y abusos de poder que Habyarimana no consiguió acallar.
En 1988, Habyarimana fue reelegido, al tiempo que 11 mujeres ocuparon el 15% de los cargos de diputados.
En octubre de 1990, un ejército de 7 mil soldados tutsis rwandeses entrenados en el ejército de Uganda (su país de asilo) invadieron su país de origen en representación del Frente Patriótico Rwandés (FRP).
El presidente Habyarimana detuvo esta ofensiva tutsi gracias a la intervención de tropas de Bélgica (referente tradicional de los tutsis), Francia (beneficiaria de la hegemonía hutu) y Zaire (cuyo presidente de ese momento era hutu) y a gestiones diplomáticas del primer ministro belga Wilfried Martens. Aunque Bélgica y Zaire retiraron sus efectivos al mes siguiente, las fuerzas francesas permanecieron en suelo rwandés.
En junio de 1991, el primer mandatario firmó la nueva Constitución que preveía el multipartidismo, la separación de los poderes del Estado y la limitación a dos mandatos presidenciales.
En agosto de 1992, ante la violación sistemática de la Carta Magna, con reiterados enfrentamientos armados e intentos compulsivos de retorno al país por parte de refugiados tutsis hacinados en los países vecinos, la ONU (representada por belgas, franceses y estadounidenses) negoció un cese del fuego y convocó a conversaciones de paz para principios de 1993 en Arusha (Tanzania).
El 6 de abril de 1994, Habyarimana murió en un atentado aéreo, junto al presidente de Burundi (también hutu). A pocas horas, las tropas de la ONU (con diez bajas) abandonaron Rwanda junto a 600 residentes franceses.
El episodio de la muerte de Habyarimana dio inicio a un genocidio contra los tutsis, además de los hutus y twas moderados, que provocó la muerte de entre 800 mil y un millón y medio de personas (90% tutsis) en un lapso de cien días.
A principios de julio, el ejército del FRP tomó Kigali y la ONU reenvió tropas para garantizar la instauración de un Gobierno de unidad nacional, en el que el general mayor Paul Kagame pasó a ocupar ese mismo mes los puestos de vicepresidente y de ministro de Defensa, mientras la presidencia quedó a cargo de Pasteur Bizimungu (hutu).
Desde julio de 1994, el ejército rwandés y las milicias hutu sostuvieron combates (en los que Amnistía Internacional denunció la participación de niños) que provocaron cientos de muertes anuales.
En noviembre de 1995, la ONU tipificó las matanzas de 1994 como «genocidio» y en 1996 conformó un Tribunal Penal Internacional para Rwanda (ICTR, por su sigla en inglés), que inició procesamientos a militares, clérigos, líderes políticos y directores de la radio oficial.
En 1998, Kagame dispuso la ocupación de más de la mitad del territorio de RD Congo (Laurent Kabila, quien sucedió a Mobutu, no logró neutralizar a las Fuerzas de Liberación de Rwanda –FRL– de refugiados hutus rwandeses, tal como esperaba Kagame).
En abril de 2000, el presidente Bizimungu presentó su renuncia, al tiempo que el primer ministro Pierre Rwigema (hutu moderado) fue sustituido por Bernard Makuza (otro hutu moderado).
Ese mismo mes, Kagame fue nombrado presidente por la Asamblea transitoria.
En 2000, la ONU, que había pedido perdón a Rwanda en 1999 (al igual que Bélgica) por su inacción durante el genocidio, responsabilizó a Kagame por el atentado que causó la muerte a Habyarimana en 1994.
En 2001, Kabila fue asesinado cuando tropas de Rwanda controlaban la mayoría del territorio de RD Congo. Kagame accedió al retiro de sus Fuerzas en diciembre de 2002, cuando se firmó un tratado de paz que comprometía a RD Congo a desarmar a las FRL.
En agosto de 2003, se llevó a cabo un plebiscito que legitimó a Kagame como presidente, tras ser votado por 95,5% de los rwandeses. En octubre de ese año, las primeras elecciones parlamentarias multipartidarias directas de Rwanda (en las que los observadores denunciaron irregularidades) otorgaron amplia mayoría al FRP.
En Rwanda, los medios de difusión permanecieron en propiedad del Estado y varios partidos fueron proscriptos por Kagame.
El 24 de ese mismo mes, Kagame violó el tratado de paz firmado en 2002 con RD Congo, al ordenar al ejército de Rwanda el ataque a ese país.
En junio el ex presidente Pasteur Bizimungu fue sentenciado a 15 años de prisión por desfalco e incitación a la violencia en asociación con criminales.
En noviembre Amnistía Internacional (AI) instó al gobierno a hacer todo lo posible para fomentar la independencia de la prensa y a abstenerse de interferir en las decisiones judiciales. AI felicitó, además, a los jueces y magistrados que luchaban para resistir las presiones políticas, la corrupción y mantenían el Estado de derecho.
En marzo de 2006, el Consejo Ejecutivo del Banco Mundial (BM), en colaboración con el FMI y el Banco Africano de Desarrollo, dio luz verde a la cancelación de la deuda de 13 países africanos, entre los que se encontraba Rwanda. La entrada en vigor de la condonación quedó prevista para el 1 de julio de ese año, fecha en que comenzaba el año fiscal del BM.
Joseph Serugendo, quien era miembro de la junta directiva de Radio Televisión Libre durante el genocidio de 1994, fue sentenciado, el 3 de junio de 2006, a seis años de prisión por su participación y apoyo logístico en la transmisión de mensajes por radio y televisión incitando al genocidio.
Bizimungu fue perdonado por el presidente Kagame, en abril de 2007, y liberado de su prisión.
Dos ciudadanos rwandeses –el sacerdote católico Wenceslas Munyeshyaka y Laurent Bucyibaruta– fueron apresados y enjuiciados en Francia, en julio, acusados de participar en el genocidio de 1994.