Reportes Especiales
Mutilación femenina: ritual y controversias

Para las culturas que la realizan significa el pasaje de la niñez a la madurez. Para sus detractores, de occidente, atenta contra los derechos humanos porque impide el goce sexual, principalmente.

Son muchas las culturas africanas, de Medio Oriente y de Asia que desde hace siglos realizan la Clitoridoctomía, como se denomina científicamente, y que consiste en la extirpación del clítoris, del labio inferior y de dos terceras partes del labio mayor del aparato genital femenino. Entre otros países, se realiza en Guinea, Senegal, Etiopía, Egipto, Burkina Faso, Mali, Gambia, Eritrea, Sudán, Somalía, Nigeria, India y Australia. También, diferentes culturas de Medio Oriente.

La Mutilación Genital Femenina (FGM) es parte de un ritual o ceremonia de iniciación por el cual la persona, la niña/adolescente, ingresa a la madurez y por lo tanto es la comunidad quien le está indicando que puede procrear. O quien la habilita para procrear. Es una ceremonia comunitaria, muy arraigada y que tiende a la perpetuación social y política de la organización. Inicialmente, se practicaba para resguardar la virginidad, impedir la masturbación y el placer durante el acto sexual. Se ha dicho, asimismo, que en algunas de estas culturas las niñas crecen presionadas pues si no se realizan la circuncisión toda clase de castigos diabólicos recaerán sobre ellas.

En las últimas décadas, a partir de 1960 principalmente, en Europa y en Estados Unidos surgieron diversos grupos en defensa de los derechos humanos, algunos feministas, que instalaron la problemática en Occidente y apuntaron sus energías para denunciar, educar y erradicar la circuncisión femenina. Las razones esgrimidas son muy variadas. Por un lado, afirman que esta práctica produce un excesivo sangrado, genera infecciones -por el cuchillo utilizado, que suele ser de uso doméstico, y también por el agua con la cual se lava la herida- como el tétano, traumas y malformaciones físicas. Y suelen criticar a las mujeres "cirujanas", que son personas de confianza en el grupo pero no están tituladas en medicina, la mayor parte de las veces.

También, condenan esta práctica porque puede provocar la muerte de las niñas que iban a ser iniciadas por la comunidad, como pasa muy a menudo, por las infecciones. Por otro lado, las organizaciones humanitarias sostienen que la circuncisión femenina tiene, por objeto, impedir el goce sexual. Un objetivo que se inscribe, por lo tanto, en el histórico sojuzgamiento de las mujeres a los hombres y su poder o supremacía en la vida política, social y cultural de la comunidad.

Para la doctora sudanesa Nahid Toubia, asesora de diversas dependencias de las Naciones Unidas que estudian y analizan la temática, como la UNESCO, los pueblos en cuestión circuncidan a sus mujeres como parte de un ritual cultural positivo, su intención no es mutilar por mutilar, aun cuando la práctica provoca daños en las personas. En referencia a estos grupos, Toubia afirma que en "occidente quieren cambiar las cosas, pero no podrán. Únicamente las mujeres africanas podrán cambiarlas." Y arriesga que la única forma de ayudarlas es a que obtengan mayor poder en la comunidad. Si bien en los últimos años los testimonios sobre la mutilación femenina han ido en aumento, no existen estudios científicos sistemáticos sobre el tema. Sobre todo, porque habría un manto de silencio y las personas afectadas deben franquear diversos impedimentos, también culturales, para presentarse y narrar sus propias experiencias.

En mayo de 2000, en Guinea, un grupo de mujeres que se opone a la circuncisión femenina recibió con satisfacción -después de años de luchar y promover información- la noticia de que las "cirujanas" comenzarían a utilizar los instrumentos quirúrgicos adecuados. También a desinfectarlos. Otros grupos pero de Tanzania, a todo esto, afirmaron que estas prácticas han aumentado desde que el gobierno las ilegalizó y comenzó a perseguir a quienes las realizan. Entre éstos, se encuentra el pueblo massai, originario de Tanzania, cuyos integrantes habrían alcanzado un pacto con sus detractores para realizar sí la ceremonia, pero obviando la cirugía, la circuncisión.

Mientras estas prácticas y las denuncias se incrementan, no dejan de llamar la atención nuevas denuncias, por un lado, y ciertas constataciones a partir de la realidad, por otro. Entre las primeras habría que contar las denuncias acerca de que algunos grupos de mujeres en Guinea utilizan fondos de instituciones opuestas a la circuncisión femenina para, irónicamente, mantenerla en secreto, desde una suerte de club selecto, privado. El caso, entonces, se inscribiría en el aprovechamiento que algunas personas realizan del sistema que las condena y persigue. Sea o no cierto, o la posibilidad, estas denuncias también podrían inscribirse dentro de una campaña tendiente a denostar a los verdaderos grupos en defensa de los derechos humanos y a sus activistas, quienes muchas veces mantienen conflictos con las autoridades comunitarias y nacionales.

Entre las constataciones a partir de la realidad habría considerar el hecho de que, en los sucesivos foros nacionales e internacionales sobre la problemática, quienes más han defendido esta práctica han sido las mujeres circuncidadas. Algunas personas han afirmado, por ejemplo, que "en nuestras sociedades y en nuestras vidas existen tremendos problemas y esto, la circuncisión femenina, no es un problema primario para nosotros". O "¿cómo vamos a dejar a nuestras hijas sin circuncidar? El gobierno egipcio puede hacer lo que quiera, pero todos nosotros operaremos a nuestras hijas, no le tememos a los castigos".

De acuerdo a un estudio realizado por el gobierno egipcio, en 1997, el 97% de las 14.779 mujeres consultadas se había circuncidado, y de éstas el 80% afirmó estar conforme con los resultados.

Existe otro punto de discordia, que dice que estos grupos sólo combaten la FGM desde un punto de vista feminista. Esto sería así, porque cuando afirman que produce un excesivo sangrado, traumas y hasta la muerte, no condenan por igual a la circuncisión masculina. La problemática, entonces, se habría instalado en ambas direcciones, en un intento, quizás, de sacarse algunos prejuicios de encima. O para que las organizaciones feministas sostengan sus críticas, únicamente, desde un punto de vista de género y enmarcadas en su lucha contra el poderío masculino. Para las personas que promueven esta otra visión, "tú no puedes estar en contra de la circuncisión femenina y a favor de la circuncisión masculina al mismo tiempo, a menos que puedas convencernos de que tu cultura es mejor que otras culturas, que tu religión es mejor que otras religiones, que tu libro sagrado es mejor que otros libros sagrados, que las mujeres deben ser protegidas pero los hombres no".


<< Back