Tuareg, hijo del viento y la arena
Originario de África del Norte, de las actuales Libia
y Argelia, el pueblo tuareg practicó la agricultura y por
lo tanto tuvo un estilo de vida sedentario. Algunos hallazgos
de escrituras en «tifinar» (130 a.C), alfabeto tuareg
diferente al árabe, permiten afirmarlo. Al mismo tiempo,
los tuaregs pertenecen a esa población, estimada en 12
millones de personas, de habla berebere.
Las invasiones árabes e hilalianas del siglo XII forzaron
a los tuareg a adoptar un estilo de vida nómade. Incorporaron
algunas ideas del Islam pero únicamente en la medida en
que las pudieron adaptar a sus propias pautas manteniendo intactos
su sistema de justicia y sus leyes, sobreviviendo y a la larga
enriqueciéndose mediante el comercio de camellos y cebúes
con otros pueblos de la región.
Su fama de temibles guerreros, con superioridad en hombres
y pertrechos de guerra, sobrevino por el saqueo sistemático
a poblados de agricultores o caravanas, de donde extraían
alimentos, esclavos y siervos. Adquisiciones que les permitían,
además de sobrevivir en el Sahara, mantener una rígida
jerarquía social: nobles, clero, hombres libres y artesanos
reagrupados en castas. Políticamente se constituían
por familias, consejos y jefes de consejos. La herencia era transmitida,
según la tradición berebere, por vía materna,
aunque la vida cotidiana estuviera organizada según un
sistema patriarcal. Las mujeres, asistidas por los siervos, ocupaban
sus horas confeccionando artesanías o componiendo poesía,
y los hombres adquirían su prestigio y poder en el grupo
con las batallas y los saqueos.
Durante siglos y hasta iniciada la colonización francesa,
a principios del siglo XIX, cuando se produjo el gran quiebre
en su cultura comenzando un proceso de exterminio, la confederación
tuareg -Ahaggar (Hoggar), Azjer (Ajjer), Asben (AÔr Tuareg),
Ifora, Itesen (Kel Geres), Aulliminden y Kel Tademaket- dominó
el comercio y las vías de comunicación erigiéndose
como la gran dueña del desierto y la sabana. Su actividad
consistía en la vehiculización de mercaderías
de oeste a este, desde el océano Atlántico al mar
Mediterráneo, así como también el intercambio
o canje de especias entre diferentes grupos, siempre en caravanas
de cientos de camellos.
Una vez independizados de Francia, los ahora nuevos estados
como Malí, Níger, Mauritania y Chad se enfrentaron
a las demandas de diferentes grupos tuaregs sobre autonomía
y restitución de tierras. Sin embargo, la necesidad oficial
de explotar los importantes yacimientos de petróleo, oro
y uranio de estas tierras dictaminaron, para paliar las deudas
contraídas con el FMI, una vez más, años
de batallas, persecuciones y expulsiones.
Esto dio lugar a la aparición de grupos guerrilleros
tuaregs. Las guerras civiles, sumadas a las hambrunas de los años
1970 y 1980, llevaron a muchos de ellos a asilarse en campos para
refugiados establecidos en países vecinos como Burkina
Faso, o en ciudades de la región, lugares en donde, por
la sedentarización, el proceso de aculturación comenzó
a hacerse más intenso y sistemático: un ejemplo
muy claro es que los hombres ya no utilicen el velo azul -únicos
en el mundo islámico que lo utilizaban- frente a las mujeres,
extranjeros o la justicia. La introducción de nuevos medios
de transporte y vías de comunicación, al mismo tiempo,
pusieron en desuso al camello y a ellos como guías expertos
en las arenas del Sahara. En la actualidad, la población
tuareg se estima en 900 mil personas.
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